Conservada gracias a una serie de azarosas circunstancias, la correspondencia de Vincent van Gogh (1853-1890) con su hermano menor Theodorus constituye un testimonio sin par de la existencia del genial pintor, pero también de su evolución pictórica y espiritual. En ella están las crisis personales y de conciencia, los incesantes apuros económicos, las esperanzas y las decepciones, pero sobre todo la pasión febril de Van Gogh por la pintura. Sus cuadros y dibujos, valorados poco o nada en vida, han acabado convirtiéndose, paradójicamente, en piezas preciadas de las colecciones artísticas, además de alcanzar cifras millonarias en las subastas e instalarse entre las que gozan de mayor favor del público.
Después de haber inspirado biografías, películas, obras de teatro, documentales, estudios académicos y miniseries televisivas, estas cartas extraordinarias y conmovedoras se han transformado, a través de los años, en un grito desgarrado frente a la vida, en una utopía sobre la comunidad de artistas, en un gran documento humano que muestra al verdadero Van Gogh, por él mismo.
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