21 oct 2011

LA VUELTA AL MUNDO DE UN FORRO POLAR ROJO de Wolfgang Korn


Muchos de nuestros objetos cotidianos han sido fabricados en el otro extremo del mundo. Pero tampoco allí tienen su origen. Sus componentes provienen de otras latitudes y, a su vez, la materia prima de éstos procede de geografías seguramente muy distantes entre sí. Además, sus viajes tampoco terminan al llegar a nuestras manos. Cuando nos deshacemos de ellos, la migración continúa. La historia de uno cualquiera de estos objetos -por ejemplo, un forro polar- involucra a muchas personas y marca sus vidas. También condiciona situaciones políticas, sociales y económicas. Y es que ese objeto tan cotidiano es la tangible prueba de que nos hallamos en un mundo globalizado.



Así empieza:

¡No fue un flechazo, no! Un forro polar de color rojo vivo le quedaría bien quizás a una niña o a un forofo del Bayern de Múnich, pero no a un periodista de pelo en pecho y seguidor del Borussia de Dortmund. Cuando vi por primera vez aquel chaleco en los grandes almacenes X, lo dejé a un lado inmediatamente. Me hubiera gustado un chaleco marrón, también hubiera valido beis o, si no había otra alternativa, incluso azul. Pero de mi talla sólo tenían el rojo. Fue a finales del otoño de 2005, yo tenía poco tiempo para andar buscando por otras tiendas, pues estaba en la fase final del proyecto de un libro, y como el anticipo de la editorial se me estaba terminando, tampoco tenía dinero para comprarme un chaleco de marca. Se acercaba el largo invierno, durante el cual, para acabar el libro, iba a tener que pasar entre ocho y diez horas diarias delante del ordenador, en mi fría habitación.

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